En el Siglo de la Luz: «Cándido» de Voltaire (y la literatura comprometida del neoclásico)
El neoclásico no sólo se caracterizó por exaltar las primeras creaciones artísticas de los griegos y romanos, también tuvo un fundamento y por eso, en su intención didáctica, rechazó los sentimientos de la poesía; la de su siglo, el romanticismo. En la literatura se centró en eso, de ahí que la mayoría de producciones de este movimiento correspondan a fábulas y ensayos. O en este caso, al «cuento filosófico» de Voltaire.
En 1759, el filósofo y escritor francés publicó un relato. Un nuevo pensamiento sepultaba al clasicismo . La ciencia ocupaba, en muchos espacios, el lugar de la religión. Y en ese contexto surgió «Cándido , o el Optimismo». Si el movimiento que sucedía, más débil, en simultáneo buscaba sobre todo la exaltación, el humanismo; lo neoclásico se centraba más en la búsqueda de la enseñanza.
La fábula tuvo un objetivo, o quizá un resultado: sintetizar el pensamiento del autor en un sólo texto. Porque allí está su razonamiento lógica, su fe, su convicción.
Y en ese sentido, puede entenderse como uno de los primeros ejemplos de literatura comprometida.
Aunque no comparten el mismo objetivo, los fundamentos del neoclásico podrían adecuarse también a los del boom latinoamericano. Mientras en Cándido Voltaire rechaza a dios en el texto, Miguel Ángel Asturias, por ejemplo, hace lo mismo con Manuel Estrada Cabrera, en su «Señor Presidente». La dictadura emerge en cualquier imposición; sea política o religiosa.
«Cándido, o el Optimismo» fue escrito en un contexto en que debía prevalecer la razón, el pensamiento lógico. La moral del autor se ve reflejada en su rechazo hacia la iglesia católica, religión en que fue criado. Para él, el fin crítico del texto es ese, evidenciar que al final del texto su personaje terminará por comprender que no hay un dios. Y cumple con su objetivo.
De esta cuenta, de su objetivo, también se reduce el valor de la fábula. Al regirse ante la intención, desaprovechó recursos literarios y se enfocó en un lenguaje más académico.
Pero Cándido viaja, y al final, en la huerta, aprende. La vida no resulta en un plan divino, en la fe hacia un ser todopoderoso. Se compromete con su causa, y rechaza la creencia religiosa, satirizando el poder de la fe en dios.
Por eso, aunque se diga que el fin último de la literatura neoclásica era educar, también deben considerarse los escenarios en los que escribían los autores. En el caso de Voltaire, su postura ideológica respecto a lo que sucedía en su época, lo convertía en un rebelde y, en ese caso, en un autor comprometido. Con la causa, una de las principales del neoclásico, que es la razón.
Su visión, a diferencia de textos, por ejemplo religiosos, no busca imponer; invita al lector al análisis por medio de metáforas que ejemplifican su punto. En el caso de Cándido, los viajes le van demostrando la ausencia de la llamada divina providencia; descubre la soledad, la ausencia de dioses dispuestos a rescatarle y hacerlo feliz.
Es aquí, entonces, cuando surge la literatura como postura crítica ante una posición contraria a la que el autor vive.
Foto: Emiliano/Flickr