Mi intención es que mi hijo ame aprender, leer y crear
Cuando mi hijo mayor cumplió 3 años, sabíamos que se acercaba el momento de buscar colegio, así que en enero del año siguiente iniciamos los procesos para investigar, conocer, los exámenes de admisión, etc. Al fin logramos encontrar “el colegio”, y ¡mi hijo se fue feliz! Todos los días Leonardo se levantaba con la emoción de ir a su colegio, pero un día su entusiasmo bajó. Era acercarnos al momento de bajarnos del carro y empezaba la agonía, toda la alegría inicial y esa motivación, con la que un par de semanas atrás iniciamos el colegio, ya no estaba.
Empecé a platicar con él y descubrí que su adaptación al kinder estaba siendo muy difícil, ya que en la mayoría de colegios, ahora, es requisito que niños menores de 5 años empiecen su proceso de lectoescritura y, aunque hay muchos casos en los que adaptarse es la única opción, a mí me parecía prematuro y no quería caer en forzar un proceso para el que quizá mi hijo no estaba listo.
Mi intención es que Leonardo ame aprender, leer y crear, tanto como yo lo disfruté y aún disfruto, por eso decidí (como usualmente hago) ocuparme en investigar y preguntar a alguien con experiencia en el tema, y entendí que hay procesos que no deben ser forzados, que la lectura, la escritura y el aprender son algo placentero que no debe ser forzado, sino algo que se trabaja desde edades tempranas y que nada tiene que ver con agarrar un lápiz, un papel y hacer trazos.
Leyéndoles historias, haciéndoles preguntas, cantándoles canciones empezamos el proceso, y si este va en el ritmo correcto, las respuestas a esos estímulos son asombrosas y el momento del aprestamiento como tal, en la edad y madurez neuronal correcta, se da de manera natural.
Decidimos entonces con mi esposo cambiar a Leonardo de grado y permitirle ir al ritmo correcto, para seguir así con el proceso que ya traíamos. Como esperábamos, la respuesta y el cambio fueron inmediatos: volvió la felicidad y alegría y el proceso fluyó, como era de esperar, de manera natural. Ahora tengo un chico con mucho entusiasmo por la lectura, puede leer y entender lo que lee con sus 7 años recién cumplidos.
Finalmente todo lo que venimos trabajando con los niños desde que nacen: el hablarles, el contarles historias, el permitirles expresarse, contestar sus preguntas e involucrarlos, es parte del proceso cognitivo para que, al llegar el momento de empezar el proceso de lectoescritura, este fluya de manera natural y entonces se consigue tener niños felices de aprender y que amen conocer historias contadas por otras personas a través de las letras.
Cecilia Alvarez
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