“No era sapo, era rana”
Después de leer varias fichas con imágenes, José leyó “sapo” en lugar de “rana”.
“Seño, ese es un sapo”, dijo. “Pero por las letras con que empieza, no puede ser un sapo”.
Josué estaba leyendo imágenes y reconociendo apenas algunas letras. Después de 4 años de estar en la escuela aún no aprendía a leer, y la maestra de ese año intentaba una metodología diferente.
Este año serán las elecciones en el país, y veremos a muchas personas elegir representantes sin conocer sus nombres, ni mucho menos sus rostros. El azar y las promesas de campaña son las herramientas de elección. Pero como en el caso de Josué, no se trata sólo de un error de descodificación que puede arreglarse. Puede representar un error de elección que durará los mismos 4 años que Josué no avanzó, 4 años en que el país no avanzará.
En el proceso de aprender a leer, Dehaene indica cómo el cerebro del niño, en la zona que permite reconocer formas y rostros, ocurre algo llamado reciclaje neuronal, que no es más que esta parte rediría su atención a la forma de las letras. Para iniciar con el proceso de descodificación, leer “rana” en lugar de “sapo”.
En todo este proceso, la identificación de rostros y la relación con formas de letras está tan unida como el ver en las boletas de las elecciones las fotos de los candidatos y los logos de los partidos políticos que representan.
Muchas personas con mayoría de edad, que pueden votar en el país en las comunidades más lejanas, no lograron culminar su educación primaria. Enfrentarse al reto de elegir a quiénes liderarán el país basándose sólo en fotos, o en el caso de candidatos a diputados, nombres, ni siquiera pueden leer. Esto significa que la democracia en nuestro país puede estar limitada a diferenciar rostros y formas de letras.
El 28 por ciento de los estudiantes de Primer Grado no alcanzaron las habilidades de lectoescritura el año pasado. Es decir que 28 de cada 100 niños pueden convertirse en futuros votantes que se inclinarán a votar por símbolos o nombres que no representan información consciente y libre de elección.
Se podrá decir que, como Josué, que aprendió a leer en su cuarto año, estos 28 niños igual aprenderán, y que a las personas fácilmente les bastará reconocer quién es un candidato sólo por su rostro. Sin embargo, el país paga un precio muy alto por estos 4 años de atraso, tanto en enseñarles a leer como en mantener un gobierno que en cuatro años nos puede tener en el atraso.
Sus impuestos y los míos van a educación, van a las urnas en las elecciones y nuestra realidad no nos permite cerrar los ojos para no observar las formas de lo que está sucediendo, y quienes se equivocaron eligiendo sapos y no ranas.
Porque el cerebro no puede cerrar los ojos ni nuestra conciencia, es momento de darle la oportunidad a muchos como Josué, y a nosotros mismos, para elegir bien, para elegir la educación que queremos para el país.
La repitencia se ha convertido en algo “típico” de las estadísticas. Por eso debemos redirigirse nuestra atención hacia las formas en que nuestros niños están aprendiendo en las aulas. Debemos usar metodologías enfocadas en la manera en que el cerebro aprende, debemos concientizar en casa sobre la importancia de ver a nuestros hijos a los ojos al cantarles canciones, debemos escribir sus nombres en las libretas, escuchar las historias y conocer a los personajes, para que en un futuro no se conformen con promesas vacías de personajes que no les permitan descodificar sus pretensiones.
Ya Josué no sólo lee “sapo” y “rana”, lee su nombre y lo escribe, y también el de su maestra. Ha llegado el momento de que deje primero y empiece su camino para elegir y ser electo.